Psicología positiva
Siglo XXI, la tecnología y las comunicaciones están a la orden del día. El uso de las redes sociales se ha extendido desde los niños más pequeños hasta los ancianos más veteranos. La industria audiovisual ha evolucionado notoriamente gracias al desarrollo de los medios técnicos y a los estudiados sistemas de producción. El tema que hoy nos ocupa está ligado a la ficción y al entretenimiento. Cada vez más, la ficción televisiva y cinematográfica invade nuestro día a día. Los anuncios publicitarios se empapan de referencias del mundo del cine y de las series. Plataformas de distribución como Netflix, HBO, Amazon Prime o Movistar Plus han jugado un papel fundamental a la hora de promover estos productos. Desde la revolución de Internet, el contenido se ha multiplicado.
Esto ha impulsado a unos profesores de la Universidad de Loyola a realizar un estudio con el que demuestran que ser fan de una serie de ficción, te convierte en una persona más feliz. Además, nos incita a interactuar en comunidad con nuestro círculo de amigos y redes sociales cuando expresamos nuestros sentimientos, pensamientos o suposiciones a cerca de la serie. El componente social siempre va a estar implícito, no importa que la veas solo o acompañado.
El estudio ha sido publicado en la revista científica Journal of Happiness Studies. “Quienes se declaran seguidores de cualquier producto audiovisual presentan más actitudes de felicidad eudaimónica”, explica José Antonio Muñiz, coautor del informe. La felicidad no deja de ser una emoción, y la disciplina de la psicología que se encarga de ello es la psicología positiva, centrada en la salud emocional. Estudia nuestras cualidades positivas y cómo desarrollarlas correctamente para llevar una vida más satisfactoria. Asimismo, ayuda a prevenir patologías que se producen cuando sentimos que nuestra vida esta vacía o carece de sentido.
Para entender estos conceptos debemos dar un paseo por el campo de la psicología clínica, que distingue dos tipos de felicidad en función de los medios para conseguirla. Por un lado, se encuentra la felicidad hedonista, vinculada al bienestar como consecuencia de actividades centradas en uno mismo, en la autogratificación y en obtener placer a corto plazo. Y por otro lado, se encuentra la felicidad eudaimónica, relacionada con actividades de tipo altruista persiguiendo objetivos a largo plazo. Estas conductas tienen una connotación prosocial, engloba actividades como ayudar a los demás o participar en actos que conlleven una repercusión positiva para la comunidad.
En definitiva, la felicidad eudaimónica está vinculada más que con el mero placer, a las virtudes humanas y al crecimiento personal (sabiduría, curiosidad, creatividad). Cuando aprendemos algo de una serie, nos reconforta conocerlo y nos motiva crecer desde un punto de vista intelectual, nos hace explorar y reflexionar. A quien no le sale una sonrisa y le vienen a la cabeza recuerdos satisfactorios cuando reconoce un rostro con el que ha compartido horas de aventuras. Un intrépido Sheldom Cooper, un cortante House, un desequilibrado Walter White, la doctora Temperans Brennan o incluso el tan aclamado y esperado John Snow de Juego de Tronos.
Otro estudio analizó las decisiones y los comportamientos eudaimónicos frente a los hedonistas y concluyeron en que las actividades eudaimónicas promueven y generan un clima social favorable. Los autores consideran que las actividades eudaimónicas son un factor protector para el desarrollo de la depresión dado que son comportamientos que fomentan en las personas la sensación de autorrealización y mejoran su autoestima.
A modo de conclusión, el hecho de encontrar un propósito en la vida y verla llena de sentido, produce un positivo efecto en nuestro bienestar.