Las chicas del cable decepcionan
Las Chicas del Cable es la primera serie española producida por Netflix. A pocos se nos escapa su existencia e incluso nos han entrado ganas de verla, ya que su campaña publicitaria es brutal, sin embargo, la serie no lo es.
Se trata de una versión mejorada de Velvet, solo que ambientada en una compañía de telecomunicaciones de los años veinte en vez de en una galería de moda de los años 50.
El principal fallo de la serie es su protagonista. El personaje de Lidia Aguilar/Alba Romero (si, tiene una doble identidad), interpretada por Blanca Suárez, resulta poco creíble y bastante insulso. Además, en todos los capítulos escuchamos su voz en off, reflexionando sobre temas “intensitos” (de los que reciben el nombre los capítulos), que son completamente innecesarios.
Otro desacierto es la música. Con lo mítica que es la música de los años veinte, resulta incomprensible que usen siempre (incluso dentro de la trama), una especie de música electrónica como de chillout.
¿Feminismo?
Además, uno de los temas de la serie es el feminismo, y sí, aparece el movimiento sufragista y los personajes son supuestamente feministas, pero digamos que la serie más que ir sobre el feminismo es una historia de amor en los años veinte y el movimiento feminista es un tema accesorio para las tramas secundarias y para atraer a la audiencia.
Pero no todo es tan terrible, la serie es entretenida y se deja ver, tiene cosas muy admirables, como el vestuario o las brillantes interpretaciones de Maggie Civantos y Nadia de Santiago, cuyos personajes son mucho más interesantes que el de Blanca Suárez.
Habrá que darle una oportunidad a la segunda temporada para ver si exploran un poco más los personajes, ya que al acabar la temporada da la sensación de que apenas ha pasado nada y que es la introducción de la verdadera historia.
Puntuación: 6 / 10.