Ingredientes de la receta
Manuel Martín Cuenca nos trae una película basada en la famosa obra de Javier Cercas. Con un reparto de diez y un argumento que se vende solo, el éxito parece estar garantizado.
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La inspiración
La inspiración y la realidad, dos conceptos aparentemente dispares y a la vez la idea que mantiene a la película en funcionamiento. El argumento de la película es posiblemente uno de los más originales empleados en un filme español.
Lo asombroso es lo bien que funcionan los personajes en escena. Siempre que creemos saber cual será el próximo movimiento, el guion se nos anticipa y nos llevamos las manos a la cabeza bajo la maldición de: ¡Ah claro!
La historia nos habla de un escritor falto de inspiración que decide escribir acerca de su bloque de vecinos. Para que su novela adquiera cuerpo, Álvaro provocará toda clase de situaciones estrafalarias entre las personas de su alrededor, dando lugar al caos inmediato.
La cámara como personaje
Uno de los recursos más llamativos, es la cámara como personaje. No en el sentido de REC, en el que el cámara es un personaje real y del que el resto tienen conciencia, es más bien una lupa o dedo que señala a donde debemos atender. Incluso contradiciendo al resto de personajes.
Se busca tercer acto
El autor nos mantiene en vilo. Durante la duración de la cinta, hay varios resortes a punto de saltar. La tensión está servida y sabemos que algo catastrófico tendrá lugar.
Un buen primer acto sitúa y presenta. El segundo acto prepara y lo propio del tercero es estallar y llevarse todo por delante. En este sentido, El autor destroza todo aquello que encuentra a su paso.
No estamos ante una película de Shyamalan, pero si que conseguiremos sentirnos incómodos y reírnos a la vez.
Puntuación: 7 / 10.